viernes, 20 de agosto de 2010

LA DAMA SALIENTE

Lina Moreno, con el sol a sus espaldas


Después de acompañar a su esposo durante ocho años en el poder, Lina Moreno empieza a despedirse de Palacio. Entrevista exclusiva.
La escena debe ser extraña. Uno entra a la Casa Privada del Palacio de Nariño y descubre a Lina Moreno de Uribe extasiada ante el televisor, con el volumen completamente bajo. Lo hace de vez en cuando: se goza una película entera en absoluto silencio, sin tener idea de si los diálogos que supone o la trama que se figura en la mente son más o menos los correctos o si están muy lejos de lo que va apareciendo en la pantalla. "Hacer eso es un ejercicio buenísimo para la imaginación", me dice, y sonríe cuando le hago cara de incredulidad.

Es que ella está muy lejos de ser la clásica esposa de un presidente. Me cuenta que alguna vez se encaramó en la azotea del Palacio y pasó un buen rato lanzando pompas de jabón, como lo hacen los niños en los parques. Imagino las caras de quienes andaban por ahí cuando las calles y el aire que circundan la Casa de Nariño se llenaron de espuma. Y la gente sin saber de dónde -ni de quién- podría venir ese espectáculo.

Pero que algo quede claro: Lina Moreno no sólo se ha divertido durante estos ocho años. No: se quitó de encima el título de Primera Dama de la Nación y se dedicó a trabajar por el país más bien calladita, sin llamar la atención, sin mucho show. Más interesada por hacer que por mostrar.

Al rompe se le nota la calma de saber que le quedan pocos meses en Palacio y que lo hizo bien. Eso sí, cuando le pregunto por el futuro político de su esposo me responde: "Pensar que una persona como Álvaro se va a retirar es toda una utopía". Entonces le digo:
Precisamente, ¿cómo calificaría la labor desarrollada por él?-No me corresponde a mí, como su esposa, ofrecer una opinión de la labor desarrollada por Uribe como presidente de Colombia. Es al pueblo colombiano y a la historia a quienes les corresponde emitir el juicio sobre esta labor y calificarla. Puedo asegurarle, sin embargo, que él ha trabajado con honradez y que en todas las ocasiones ha tomado las decisiones que a su juicio son las mejores para garantizarle al país un futuro mejor.
¿Y sobre el trabajo suyo, doña Lina?
-Quisiera aclarar que la esposa del Presidente no es funcionaria pública, por lo tanto no es posible hablar de un 'despacho de la Primera Dama', pues en última instancia, como dicen por ahí, las primeras damas terminan siendo un OJNI: Objeto Jurídicamente No Identificado. Sin embargo, apoyo los programas implementados por la Consejería Presidencial de Programas Especiales, que son ejecutados con recursos de cooperación nacional e internacional y una porción del presupuesto público que representa menos de la quinta parte del total ejecutado. También gestiono donaciones que llegan asignadas, o bien a proyectos concretos elaborados por las comunidades -y en este caso mi labor es canalizar esas donaciones- o bien a los programas propios de la Consejería, como son la Red de Gestoras Sociales, el Plan Padrino, el Valor de la Palabra, el Programa de Promoción de Derechos en Salud Sexual y Reproductiva, el Programa de Apoyo a la Discapacidad y otros programas surgidos de los compromisos adquiridos internacionalmente, tales como la campaña de lucha contra el VIH y SIDA. He buscado en todo momento dejar capacidades instaladas, modelos replicables. Cuando se capacitan alcaldes, eso queda ahí. Si un gobernador o su esposa quieren implementar, por ejemplo, el Plan Padrino o el del Valor de la Palabra, lo pueden hacer porque quedan los pasos claros.
¿Qué cambios cree que generó? ¿A qué logros llegó?
-Me deja contenta haber contribuido un poco a que esa imagen que tradicionalmente hemos tenido de la Primera Dama se transformara en la de 'gestora social', en la medida en que se logró que la gente fuera más consciente de las verdaderas posibilidades y limitaciones que tenemos al ser esposas de mandatarios sin ser servidoras públicas. En ese sentido la labor desarrollada por la Consejería Presidencial de Programas Especiales se caracterizó por ser respetuosa de las competencias institucionales, por estar enmarcada dentro de las políticas públicas definidas por el Gobierno Nacional, pero sobre todo, por apuntarle al desarrollo de procesos sociales. Creo que un gran logro es haber establecido un diálogo honesto y recíproco con las comunidades con las que trabajamos, lo que permitió que las actividades de los programas se basaran principalmente en las necesidades identificadas por las mismas comunidades.
¿Cree que hizo bien al quitarse de encima el título de Primera Dama y manejar una agenda de trabajo menos pública?-Aunque siempre me voy a sentir mejor siendo simplemente Lina Moreno, mi sensación sobre el título de Primera Dama cuando apenas se iniciaba el gobierno de Álvaro fue intrascendente: al principio me pegué de que no me dijeran Primera Dama, lo rechacé; ahora me es una cuestión de segundo plano. No vale la pena quedarse ahí, patinando. Los títulos que damos o que nos dan pertenecen a un imaginario colectivo, y sirven tanto para manifestar respeto como desprecio, según los afectos y las relaciones que se establecen cuando todo está relacionado con alguna forma de poder. No puedo decir que haya tenido encuentros bruscos o fuertes, pero uno sí siente que hay personas que si no tienen a Uribe en sus afectos, eso lo vuelven global. Me ha sucedido. Y también he pasado de personas que tenían cierta prevención hacia mí y con las que ahora tengo una muy buena relación. Ya no me duele que me den calificativos agresivos o fuertes por ser la esposa de Uribe. Aprendí que no vale la pena patinar en esas cosas.
Con respecto a mi agenda de trabajo, debo decirle que ha sido durante todo este tiempo pública. Fue establecida siguiendo los compromisos que mi posición de esposa del Presidente me exigía. A lo que tal vez usted se refiere es a que no he sido muy cercana a los medios de comunicación, lo cual es cierto.
¿Y por qué?
-Me interesa la seriedad de los medios para los que hablo. Y me gustan mucho los medios locales y las emisoras comunitarias porque creo que se trata del verdadero periodismo público; no tienen nada más que hacer que contar lo que sucede en su municipio. También me interesa dar entrevistas cuando tengo algo que contar: muchas veces en las entrevistas hacen preguntas para las cuales uno no tiene respuesta. Uno no tiene por qué tener respuesta para todas las preguntas de la vida.
Sin duda la figura de la Primera Dama colombiana cambiará de aquí en adelante. ¿Es consciente de eso?
-No sé si he modificado la percepción de la Primera Dama en el imaginario del pueblo colombiano. Si ha sido así, espero que haya sido para bien de las que van a continuar esta labor. Soy consciente, sí, de que cada persona da a su cargo la forma de su carácter. El cambio no es tanto del vestido y la elegancia de la Primera Dama, sino de la distancia que había entre ella y las demás personas. Y espero que eso cambie. Hay cosas en el lenguaje que me patean. Hace más o menos dos meses en Valledupar, en un foro, una señora se paró y me dijo: "Es que usted se unta de pueblo". Ella lo decía amablemente, pero esas son las cosas que hacen que me hierva la sangre. Esa expresión es ofensiva porque yo me pregunto: ¿qué relaciones hemos generado e impuesto para que una mujer se exprese de esa forma? "Uno no se unta de pueblo, porque es que uno es pueblo. Todos somos lo mismo. Tenemos la misma dignidad y los mismos derechos. "No use esa expresión, por favor", le dije. Yo sí creo que vale la pena esa cercanía que se ha generado.

¿Hay alguna Primera Dama de la historia del mundo cuya vida le parezca interesante, ejemplar?
-Durante estos años he tenido la ocasión de conocer a las esposas de los presidentes de muchos países, y en general me han parecido muy capaces y que asumen su posición con responsabilidad. Con respecto a la 'historia del mundo', en ella hay muchas mujeres, primeras damas o no, muy valiosas. Hay otras de las que no queda sino la foto.

Pero déjeme decirle que hay mujeres de las que, si pudiéramos sacar el apelativo de esposa del presidente y llevarlo a Primera Dama como mujer que sobresale, puedo decir que he conocido a unas que ¡lo marcan a uno de una forma!: la hermana Cecilia Rodríguez, directora de la pastoral de la primera infancia de la Conferencia Episcopal; la hermana Alba Stella Barreto, de la fundación Paz y Bien, en Cali; Soledad Quintero, secretaria de Educación, de Barrancabermeja; Aracely Rueda, líder de Betulia, Santander; Alba Lucía Gómez, que trabaja con mujeres del oriente antioqueño... Infinidad de mujeres que son de verdad Primeras Damas y que lo marcan a uno.
Cada vez son más las esposas de presidentes de todos los países que terminan metidas en política. ¿Qué opina de eso?-Que para aquellas mujeres que gustan de la política es muy importante el lugar que con grandes dificultades han venido conquistando.
¿Algún día podríamos verla a usted, qué se yo, lanzándose para el Senado o la Cámara?
-No... Bueno, sí lo consideré. Hace dos años pensé en lanzarme para la Alcaldía de Rionegro cuando Uribe acabara la Presidencia. Pero ahora creo que no tengo el alma para puestos públicos. Creo que es posible hacer política e interesarse por lo público desde otros lugares, no necesariamente los cargos políticos.
¿Qué fue lo que la hizo cambiar de idea en estos dos años?
-Tiene que ver un poquito con cobardía. No ser capaz de arriesgarme a lanzarme.
O sea que el problema es de miedo, no de que no le siga gustando.
-Es una idea que sigo acariciando, pero por ahora está lejana.
Se lanza para la alcaldía de Rionegro, después vienen la Gobernación de Antioquia, el Senado...
-Nooo. Además está el tema de la edad. Cuando llegue al Senado y a la Gobernación voy a estar muy vieja...
Lo que queda en claro es que sí le gusta la política...-Yo creo que todos deberíamos ser políticos. Pero acuérdese de que ser político es interesarse por lo público, es ser parte de los asuntos públicos; y el problema es que ese ejercicio se lo dejamos a los políticos de carrera y debería ser un ejercicio de todos los ciudadanos.
¿Qué opinó cuando el columnista Fernando Quiroz la propuso a usted para la Presidencia hace unos meses?
-No sé en qué estaba pensando Fernando, qué se comió, qué hizo...
Bueno, y cuando su esposo entregue la Presidencia, ¿usted a qué se va a dedicar?
-Voy a volver a mi vida privada de ama de casa; voy a disfrutar de Álvaro y de mis hijos; leeré un buen libro; escucharé música; tendré inaplazables almuerzos con familiares y amigos: eso sí que lo sueño. Compartiré una copa de vino y una buena conversación; voy a cuidar las matas de mi jardín... ¡hay tanto para hacer! Y como siempre lo he hecho, voy a estar al lado de quien me necesite.
Se dice que durante estos ocho años usted no ha estado muy contenta en Palacio. ¿Es eso cierto?
-He estado lo contenta y lo aburrida que se suele estar en las casas prestadas. Es decir, he gozado de la gratitud debida al dueño de la casa, que con su generosidad abrió la puerta para acogernos a mi familia y a mí; pero, al mismo tiempo, y como es natural, he anhelado regresar a mi casa, al lugar en el que cada rincón me es conocido y en el que el habitar es una forma de recordar.
¿Usted aconseja a su esposo?
-No creo en los consejos, pero sí -y muy firmemente- en la necesidad y el placer de la conversación. Soy la esposa de Álvaro y como tal he sido siempre respetada. Conversamos de muchas cosas y él escucha mis puntos de vista, que no siempre coinciden con los suyos. Cuando toma decisiones, así no estén de acuerdo con mi modo de pensar, yo sé que la conversación ha estado presente y con eso me basta.
Dicen que Alicia Arango y usted son las dos más grandes consejeras del Presidente. ¿Qué tan cierto le parece?
-Pregúntele a Uribe; o en su defecto, a Alicia.
¿En qué difieren el Presidente y usted?
-En tantas cosas, y en tantas otras llegamos a acuerdos. En esto, como en todo, nos pasa lo que a los seres humanos.
Cuénteme: ¿Usted también tuvo una encrucijada en el alma?
-Sí. Y fue dura. Yo no quería.
¿Hay muchas discusiones entre ustedes?
-No. Las normales.
Pero las de una pareja presidencial son distintas a las de una pareja común; los temas son otros, ¿no?
-Sí, el peso y los asuntos son diferentes a los de la vida diaria de una casa de familia. Y qué rico volver a la vida diaria de un hogar, estoy contenta por eso.
¿Cuál ha sido la discusión más 'brava'?
-Discusión es una palabra fuerte. Cambiémosla por la palabra diferencia. Pero fue el referendo; fue una diferencia difícil. Yo no estaba de acuerdo desde el comienzo. Creo que Uribe tuvo momentos de duda sobre si era bueno o pertinente que se lanzara otra vez o no. No se convirtió en un tema de todas las noches, pero sí era algo de lo que hablábamos.
¿Qué cree que lo hacía dudar?
-No sé qué tanto pesó el tema familiar, porque Jerónimo, Tomás y yo no queríamos que él se volviera a lanzar. A veces pienso que de alguna manera eso tuvo que haber pesado... Yo creo en Uribe profundamente cuando él dice las cosas. Él siempre hablaba de no perpetuarse en el poder, de su temor a convertirse en una figura dictatorial.
¿Él estaba entre dos fuerzas: la familia y la política?
-No, estaba entre tres. La otra fuerza era la de sus convicciones personales.
¿Si la Corte hubiera aprobado el referendo, él se habría lanzado?
-¿Sabe que yo creo que no? Creo que Álvaro no se habría lanzado. Mi opinión desde el alma, y sin mayores argumentos, es que no. Él dio a entender, daba pistas a la familia. Antes de que la Corte decidiera, comenzó: "Viejita, tenemos que pensar si después del 7 de agosto se justifica alquilar un apartamento aquí en Bogotá o no"; "¿Por qué no recorrés la casa y mirás a ver si hay que arreglar algún mueble, o tapetes o cortinas para limpiar, para que el 7 de agosto entreguemos esto". Eran pistas de que no se quería lanzar otra vez. Entre nosotros las cosas funcionan un poco como funcionó con el país.
¿Todavía le dice el Presidente que usted parece 'miembro de la oposición'?
-Sí, todavía lo hace, y ambos sonreímos. No sé si sea por la grandeza de Uribe o por la solidez de esta relación, que Uribe me ha dejado ser. Sé que algunas veces, cuando hablamos, él dice: 'Qué le pasa a esta señora', así como yo a veces me digo: 'Qué le pasa a este señor'; pero ha habido respeto, sin duda.
Entre las personas que rodean a su esposo, ¿cuáles son las que le generan más confianza?
-Se lo digo de corazón: un sentimiento de respeto y de cortesía hacia las personas que Álvaro ha elegido para acompañarlo en su labor en el gobierno me impide responder a esta pregunta.
¿Siente lo mismo por todos? No le creo.
-A ver, hay algunos por los que no es que no sienta afecto, sino que simplemente con ellos se marca una distancia porque uno no está de acuerdo con su manejo o sus posiciones, sin que eso implique, eso sí, que haya algo turbio por debajo; pero no le voy a dar nombres. Y yo respeto las decisiones de Uribe a la hora de elegir a sus colaboradores. A él le expreso mis opiniones, pero nunca le doy consejos; son dos cosas diferentes. Y eso no se presta para discusiones entre nosotros dos: es muy hablado. En general, lo nuestro es muy hablado.
¿Es incómodo para usted saber que cada una de sus declaraciones va a ser siempre comentada, cuando no interpretada como una guía sobre las próximas decisiones presidenciales?
-Cuando uno siente que su opinión puede afectar la vida de muchos para bien o para mal, uno sí se cuida. Y ahora siento ese descanso de saber que... no que puedo decir lo que me dé la gana, porque nunca he creído en esa expresión, pero sí que mi opinión va... a tener menos consecuencias. No creo que todas las cosas deban ser dichas; creo que hay momentos para hablar, momentos para callar, y que estos no implican mordaza, sino que a veces hay que ser prudente y pertinente.
¿Qué siente cuando el presidente Chávez insulta a su esposo, o cuando la gente insulta a sus hijos?
-Cuando no importa quién insulta a alguien, siento que la rabia y el odio han tomado el lugar de la palabra, y que sin ésta los hombres quedamos desamparados y a merced de la violencia. Cuando el insulto se dirige en particular a mis hijos, la respuesta es obvia: soy su madre.
Entonces, ¿no le da rabia lo de Chávez?
-¿Sabe que no? Son tan supremamente desmedidas las cosas que dice que no provocan rabia.
A muchos colombianos las declaraciones de Chávez a veces les terminan dando risa. ¿Usted ha llegado a ese punto?
-Sí, a veces sí.
¿Y su esposo?-No. Pero yo quisiera resaltar que cuando la palabra bien dicha deja de funcionar, le abrimos un espacio a la violencia que no vale la pena.
¿Hubiera preferido que sus hijos entraran en la vida laboral en otras circunstancias?
-No veo la razón de esta pregunta. Mis hijos, como todos los hijos, pertenecen a la historia del país y como tal les toca enfrentar las dificultades propias del ingreso al mundo laboral. Dificultades que enfrentan tanto el hijo del Presidente, como el del obrero, el del profesional o el del empresario.
¿No hubiera sido mejor que, como los hijos de tantos presidentes, Tomás y Jerónimo se fueran del país mientras su padre gobernaba?
-No. Tomás y Jerónimo tienen la formación necesaria para acompañar a su padre, y bastante independencia para tomar las decisiones que juzguen mejores para el proyecto profesional y personal que se han trazado. Hubiera sido tal vez más cómodo que se hubieran ido: no preocuparme por si llegaron, si no llegaron, dónde están, qué están haciendo, qué hicieron, qué no hicieron... Pero este es el lugar en el que decidieron estar.
¿Cree que Tomás y Jerónimo hicieron algo mal?
-Tomás y Jerónimo, como todos los seres humanos, se han equivocado muchas veces. Pero sé que no es esto lo que usted pregunta, lo que quiere saber es si mis hijos obraron infringiendo las leyes del país. Pues bien: no. Hubo muchas conversaciones entre Álvaro, ellos y yo revisando todas las actuaciones. Yo no creo que haya habido un error en mis hijos. Ser hijo del Presidente es algo que se paga, tiene un costo.
A muchas personas en el país les pareció excesivo el encarcelamiento de Nicolás Castro, el joven de las amenazas en Facebook. ¿Usted qué opina?
-Hasta donde conozco, el juicio no ha concluido aún. Creo que ninguna amenaza es válida, sea contra quien sea.
¿Tiene mascota?
-Tengo muchas: chivos, patos, gallinas, vacas, por mencionar sólo algunas, y por supuesto, a Mao Referendo, un perro. Al Presidente le dio risa cuando se enteró del nombre. Es el único referendo que sobrevivió en la Casa de Nariño: juguetón, travieso y con dientes.
¿Y de dónde viene el gusto suyo por las pompas de jabón?
-¡Me parecen tan lindas! Me hacen pensar en la idea del mundo metido en una burbuja. De vez en cuando aquí, en Palacio, hago burbujas, pero creo que esta es la última vez, la de la despedida.
¿Qué ha sido lo mejor de estos años?
-El conocimiento de muchos hombres, mujeres, niños y niñas cuyos corazones rebosan de generosidad y bondad.
¿Y lo peor?
-La carencia de una crítica seria y constructiva. Y eso, más que lo peor, es lo urgente. Necesitamos una reflexión seria con todos en este país. Y se me viene a la mente la palabra 'incluyente'. Cuando digo incluyente hablo de todos sin distinción, pero aquí muchas veces entendemos por incluyente a aquel que se parece a mí y nada más. Los diálogos incluyentes tienen que estar con quienes están en todos los extremos, o en la mitad, o aquí o allá. En general, con los que son diferentes a mí... Es una reflexión que necesita todo el país.
Algunos dirían que su esposo sólo ha sido incluyente con los que se parecen a él...
-Yo creo que cuando una persona como Álvaro Uribe se le mide, por dar unos ejemplos, a ir a la Tadeo, a la Javeriana o a ir a una emisora como La W a tener conversaciones con personas completamente diferentes, sí está siendo incluyente... Él ha tenido, en general, un diálogo amplio con gente de otras tendencias.
¿Le suena al Presidente la Alcaldía de Bogotá?
-Yo fui la primera sorprendida. Él no estaba aquí cuando salió el titular en la prensa. Después le pregunté y me dijo que no lo había ni considerado. A uno todo eso le da risa. Aunque, ahora que lo pienso, me gustaría que fuera Uribe el alcalde de Rionegro y no yo.

Por Andrés Arias

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